Un
documental más sobre el conflicto armado en Colombia mostrando los mismos gestos de dolor en otros rostros.
Un documental que como los demás, sigue escarbando, buscando la verdad, sacando
la podredumbre al sol para que huela mal, incomode y sobretodo, indigne. ¿Y qué
tanto se van a indignar nuestros honorables congresistas y jueces, qué tanto se
indignará la gente que se sienta todas las noches a enriquecerse con realities
y telenovelas? Desgraciadamente la indignación causada por éste tipo de
documentos periodísticos, apenas llega a sentirse en los que han tenido la
suerte de no conocer un dolor así. Sí, al parecer es una cuestión de suerte. Un
par de marchas, un par de gases, y después lo mismo: la impunidad y el trapo en
la boca. Pues bien, lo que pareciera estar generalizándose, y como lo muestra
el documental, es el asesinato indiscriminado de civiles por parte de las
Fuerza Militares –y con conocimiento del Gobierno- como una búsqueda
desesperada de resultados que presentar a los dueños del letrero. Una cosa más
para callar y acostumbrarse en Colombia: el asesinato deliberado de civiles a
manos del Glorioso.
Desde
inicios de los noventa, -antes de la redentora Seguridad Democrática-, la CIA y
tanto el gobierno colombiano como el estadounidense, tenían conocimiento de ejecuciones
extrajudiciales denominadas “síndrome del conteo de cuerpos”. Es decir, ésta
situación vergonzosa y ridícula no es nueva en nuestras Fuerzas Militares, y
nos muestra una vez más qué tan inhumano ha llegado a ser el conflicto
colombiano: números que pueden comprar y vender por “alguito” más de un salario
mínimo y unos cuántos gramos de perico. ¿Qué clase de conciencia podrían
generar documentales como estos? Digo ¿nos queda algo de conciencia a nosotros
los colombianos? ¿Acaso no pareciera que éste conflicto que bordea lo dantesco
ya no nos permite diferenciar el bien y el mal? Personalmente considero que
éste tipo de documentales nos lleva a repensar una vez más el significado del dolor
dentro de la sociedad colombiana. Y más que eso obliga una pregunta que todo
colombiano debería hacerse: ¿cuándo será que nuestra impotencia habrá de
volverse vergüenza? Porque creo que aún no sabemos lo que en realidad es la
vergüenza; porque creo que si lo supiéramos, dejaríamos a un lado ese
mesianismo barato que esperamos del Señor Presidente. Porque tal vez cuando
veamos la clase de sociedad a la que nos ha reducido éste conflicto, ahí, sólo
entonces, quizá no sea tarde.
Laura Leal Rueda
Interesante reflexión personal sobre lo que significa el problema social de los falsos positivos.
ResponderEliminarNulo análisis audiovisual